jueves, 14 de febrero de 2013

Somos historia, no leyenda



Muchas de las sirenas de leyenda tienen bellísimos nombres registrados por Platón como Agláope (la de bello rostro), Telxiepia (de palabras aclamantes), Telxínoe (deleite del corazón), Pisínoe (la persuasiva), Parténope (aroma a doncella), Ligeia (mortal belleza), Leucosia (ser puro), Molpe (la musa), Radne (mejoramiento) o Teles (la perfecta). No es un dato menor que algunos de estos nombres se hayan usado en botánica para bautizar a plantas carnívoras. 
 En la leyenda de Jasón y los Argonautas, los marineros que estaban por caer en el encanto de la voz de las sirenas se salvaron del desastre gracias a la habilidad de Orfeo, que cantó más fuerte que ellas de modo de evitar que los Argonautas seducidos encallaran el navío en aguas bajas. En la Odisea , Ulises preparó a su tripulación para evitar la música de las sirenas tapándoles los oídos con cera. Pero como no quería privarse de escucharlas, se hizo atar a un mástil para no poder arrojarse a las aguas al oír su música. Todas estas historias subrayan que la seducción de la mujer es la perdición del hombre. Que siempre conviene atarse a un mástil o taponarse los oídos con tapones de cera a dejarse influir por la charla fascinante o los cantos melódicos de una mujer.
Durante siglos, los marineros y pescadores hacen referencia a las sirenas en sus historias. Las primeras observaciones escritas fueron hechas en Asiria, cerca del 1000 aC. Según estos registros, algunas sirenas eran criaturas bondadosas y les concedían deseos a los marineros que las ayudaban. Otros escritos comenzaron a expresar el miedo que estos seres provocaban y aseguraban que el sólo hecho de verlas, significaba mala suerte. Ver una sirena era presagio de tormenta o de naufragio. Es así que en algunos mapas antiguos de mares y océanos, se marca la amenaza con la leyenda Hic Sunt Sirenae: lugar donde podrían habitar sirenas.
Durante el Medioevo las sirenas también fueron alegoría del poder nefasto de la seducción de las mujeres. Incluso el jesuita Cornelius a Lapide expresó: “Hay mujeres que son como sirenas, cuya belleza te quita la razón y su voz y su vista te llevan a la destrucción y la muerte”.
Los antiguos griegos hablaban de sirenas aladas que eran como prostitutas que llevaban a los viajeros a la pobreza y al naufragio: “Tienen alas y garras porque el amor vuela y hiere”, decían.
En el siglo XIX, un buque holandés naufragó en costas coreanas. Su tripulación esperó 13 años a ser rescatada. Uno de sus marineros, al regresar, comentó que había visto sirenas. ¿Por qué dijo eso? Porque para el público general era más creíble pensar que había estado entre sirenas que entre mujeres buceadoras contratadas para el rescate. Las mismas autoridades coreanas prohibían que se hablara de las buceadoras de sus costas. Imaginen que era humillante reconocer que tareas duras que exigen habilidad como bucear, eran mejor realizadas por mujeres que por hombres. Era mucho más conveniente que el mundo creyera en sirenas… a que creyera en la posibilidad de una sociedad feliz liderada por mujeres.
Sin embargo, la seducción de las sirenas en el inconsciente colectivo prevalece aún hoy y ha sido sutil y eficazmente usada, por ejemplo, en el logo de la exitosa cadena de cafeterías Starbucks. Su fundador, Howard Shultz, decidió usar desde 1971 un grabado noruego del siglo XVI con la imagen de una sirena con dos colas, que su socio Terry Heckler había encontrado en un libro antiguo. En la primera versión del ícono de la empresa se ve a una mujer en una pose tan sensual que estremece: con los pechos al aire y el cabello recogido, se toma una cola con cada mano con lo cual queda totalmente abierta de piernas… o de colas. Los dueños de Starbucks consideraron que esa imagen expresaba el espíritu de la idea de su cadena: la sirena era tan seductora como el aroma de café. Para 1987, la imagen parecía demasiado osada, así que hicieron una versión más pop, minimalista y recatada: taparon los pechos de la sirena con largos cabellos, hicieron un close up para que no se le viera la entrepierna abierta, le pintaron verde el vientre y el ombligo y cambiaron las escamas de la cola por ondas iguales a las del mar. La sirena aún conserva su corona de reina de los mares.
Más allá de lo que podamos decir de la calidad de sus productos, la cadena tiene presencia en 37 países, más de 11.000 locales en todo el mundo y hace rato que le ganó la carrera a Mc Donalds. En muchas ciudades hay dos o tres locales por cuadra, a veces uno en una vereda y otro en la de enfrente. Siempre tienen cola de clientes esperando por ser atendidos.
¿Qué busca en estos locales la gente que podría tomarse un expresso muy superior en cualquier café 

tradicional de los que conocemos? Nadie va a Starbucks por un Doppio machiattoy Soya Mocka 

Jamaiquino, ni por el Soya Blend Vanilla Spumone, ni por el Frapuccino Glacé Parisienne. Es que a veces 

estamos incómodos en casa, incómodos en la oficina, y no tenemos adonde ir. Entonces, allí está el living de 

 la sirena de Iemanjá, la diosa del mar, el sitio donde desde nos seduce una sirena desnuda con las piernas 

abiertas. Y no hay nada más tentador que eso. 

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